lunes, 23 de julio de 2012

la vida se basa en los matices

Típico. Llevas horas en la cama creyendo que intentabas dormirte cuando de repente te descubres a ti mismo, a las cinco de la mañana, dándote cuenta de cómo las cosas cambian. Y así va el orden; primero te sorprendes (porque los cambios, a la fuerza, como mínimo siempre sorprenden cuando casi han pasado de inadvertidos). Después (ipso facto) vas a echar de menos todas aquellas cosas que un día echaste de más. Y lo último (siempre es lo último), es el contraste (porque sin querer, siempre contrastas). Lo bien que estás ahora y lo bien que creías estar antes. Y te ríes. Te ríes porque recuerdas. Porque puedes recordar (porque tienes recuerdos dignos de recordar) Y empiezas a ser consciente de que todas esas cosas que un día quisiste que jamás hubieran ocurrido ahora no las cambiarías por nada. Ni las malas ni las menos malas. Que cada insignificante detalle, poquito a poco te ha hecho ser quien eres ahora. Y te vuelves a reír. Te vuelves a reír porque todas esas cosas te han hecho un poco más fuerte. Y te das cuenta. Y te gusta (y sin querer te sientes un poco más completo, más vivo, más humano, más sensible, más maduro, más enamorado, más triste, más eufórico, más asustado) Y es que, después de saber quién eres de verdad... ¿Quién es el loco que se atreve a arrepentirse de haber cometido errores?